sábado, 9 de enero de 2010

Las flores del mal

Autor: Charles Baudelaire. Les Fleurs du mal (Las flores del mal) poemario de Charles Baudelaire publicado en 1857.




El libro hubiera debido llamarse en principio Los limbos o Las lesbianas, pues la intención primitiva era la de escribir un libro sobre los pecados capitales; aunque Baudelaire renunció a ello siguiendo los consejos de un amigo. Este libro abarca la práctica totalidad de su obra poética entre 1840 y la fecha de publicación. La primera edición constó de 1.300 ejemplares y se llevó a cabo el 23 de junio de 1857.

La segunda edición de 1861 elimina los poemas censurados, pero añade 30 nuevos poemas. La edición definitiva será póstuma, en 1868, y recuperará los poemas prohibidos, así como los que se publicaron en el libro Ascuas ("Épaves"), que se había publicado en Bruselas en 1866. En su versión definitiva consta de 151 poemas.

Pocos escritores han expresado con tanta exactitud el placer de los sentidos, el dolor de la conciencia ante la bestialidad y el pecado.


En el siguiente trabajo pretendo mostrar un poco de lo mucho que Charles Baudelaire dejo como legado para todos aquellos románticos, enamorados que se regocijan con el dolor, que buscan en sus líneas algo mas que simples palabras dulces tomando como base su obra Las flores del mal.

Las flores del mal son, en efecto, una metáfora, pero por lo mismo, mas honda que la realidad aparente. Baudelaire ofrece en ella su propia existencia.

Cabe mencionar que Baudelaire fue seleccionado para este trabajo, por que sentí la necesidad de trabajar con un autor que no fuese de los mas socorridos, el más romántico o conocido, Baudelaire es mi perfecto / adorado poeta maldito.

El libro se puso a la venta el 25 de junio de 1857 y sucedió lo que el poeta preveía. Produjo escándalo.

Las flores del mal. El titulo es hallazgo, contradicción, ironía. Desde muy antiguo se hacían retóricamente flores de la juventud, el amor, su perfume exótico, su poesía ponzoñosa. El nombre, como suele ocurrir, no era del todo suyo. Sea como sea, es un nombre rico, cromático, evocador. Esta lleno de sentidos.

Las flores del mal tenían, además, lejanos e ilustres antecedentes literarios: en Dante Alighieri, en los barrocos, en Shakespeare, en Milton. Se originaban en remotas mitologías. Eran, en realidad, un tópico, una constante simbólica.



Al lector (de las flores del mal)

La necedad, el error, el pecado, la tacañería,

ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,

y alimentamos nuestros amables remordimientos,

como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos

cobardes;

Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,

y entramos alegremente en el camino cenagoso,

creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está satán trismegisto

que mece largamente nuestro espíritu encantado,

y el rico metal de nuestra voluntad

está todo vaporizado por este sabio químico.

¡es el diablo quien empuña los hilos que nos mueven!

A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;

cada día hacia el infierno descendemos un paso,

sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde

el seno martirizado de una vieja ramera,

robamos, al pasar, un placer clandestino

que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,

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en nuestros cerebros bulle un pueblo de demonios,

y, cuando respiramos, la muerte a los pulmones

desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,

todavía no han bordado con sus placenteros diseños

el canevás banal de nuestros tristes destinos,

es porque nuestra alma, ¡ah! No es bastante osada.

Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,

los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,

los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes

en la jaula infame de nuestros vicios,

¡hay uno más feo, más malo, más inmundo!

Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,

Haría complacido de la tierra un despojo

Y en un bostezo tragaríase el mundo:

¡es el tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,

sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,

tú conoces, lector, este monstruo delicado,

—hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!

1855.






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